Recuperar la hegemonía cultural, un reto para las izquierdas.

JORDI GRACÍA SOLER

Publicado en  https://www.elplural.com/politica/recuperar-hegemonia-cultural-reto-izquierdas_239020102
El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. Europa Press

Desde los ya lejanos tiempos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en los que el neoliberalismo económico se impuso casi en todo el mundo, las fuerzas políticas y sociales progresistas y de izquierdas perdieron por completo la hegemonía cultural e ideológica. La década de los 80 del siglo pasado, cerrada con el comienzo del derrumbe descontrolado del gran imperio soviético y de todas las dictaduras  comunistas del Este de Europa, hizo que el mundo entero pudiese comprobar el fracaso rotundo, sin posibilidad de paliativos ni excusas, de las autoproclamadas “democracias populares” y de su “socialismo real”. Hubo solo unas pocas excepciones en el resto del mundo, todas ellas disímiles: China como nueva gran potencia global, Corea del Norte, Vietnam, Cuba… Si a ello le añadimos la desaparición de los partidos comunistas casi en todo el mundo, y en especial en Europa, está claro que la transformación del espectro ideológico y político progresista y de izquierdas se sitúa hoy en el espacio del socialismo democrático, es decir en la socialdemocracia.
Aunque pueda parecer en exceso esquemático y reduccionista, hoy más que nunca el futuro de las izquierdas, y del progresismo en su conjunto, pasa por la vía del socialismo democrático. Tanto es así que no pocos de los históricos y antes potentes partidos comunistas, sobre todo en Europa, hace ya muchos años que iniciaron la renuncia a su definición primigenia para pasar a adoptar nuevas fórmulas. Lo hemos visto en España con Izquierda Unida (IU), o con Iniciativa per Catalunya-Verds-Esquerra Unida i Alternativa (ICV-EUiA),ambas subsumidas de alguna manera en Unidas Podemos (UP), por poner solo un par de ejemplos elocuentes. Algo semejante ha sucedido en otros países de nuestro entorno europeo, como Italia, Francia o Grecia, por poner también solo algunos ejemplos. Incluso casi todas estas nuevas formaciones de izquierdas surgidas de los ya extintos partidos comunistas han asumido como definición ideológica la del socialismo democrático o incluso la de la socialdemocracia, antes tan menospreciada. Más inclusivo y plural, con aciertos innegables pero también con errores no menos incuestionables, es el caso de Uruguay y su Frente Amplio (FA), una coalición de muchos partidos de centro, centro-izquierda e izquierdas que ha gobernado aquel país con mandatos sucesivos de Tabaré Vázquez, José Mugica y de nuevo Tabaré Vázquez, y que lleva ahora unos pocos meses en la oposición
El gran problema para todas las fuerzas políticas y sociales progresistas y de izquierdas es ahora el de la pérdida de la hegemonía cultural e ideológica. Y esta pérdida las ha dejado también huérfanas de un relato político capaz de hacer frente a sus adversarios conservadores, cómodamente instalados en su creencia de la certeza de “El fin de la Historia y el último hombre” descrito en 1992 por el politólogo estadounidense Francis Fukuyama que acompañó al triunfo del neoliberalismo en todo el mundo desarrollado.
No obstante, la realidad es la que es: los índices de desigualdad económica, social y cultural aumentan, la acumulación de riquezas se concentra cada vez en menos manos, e incluso en los países que consideramos desarrollados todo ello conduce al incremento por ahora imparable de la precariedad y de la pobreza, incluso de la extrema pobreza. Por no hablar, claro está, de tantos y tantos países, incluso de continentes o subcontinentes enteros en los que el neoliberalismo extremo ha dejado atrás a la inmensa mayoría de sus poblaciones, sumidas en una miseria que contrasta obscenamente con la opulencia desbordante de unas minorías privilegiadas.
Todo esto era ya así antes que, en el ya no tan lejano año 2008, todo el mundo  padeció las dramáticas consecuencias de la primera gran crisis financiera global nacida en Estados Unidos. Fueron unas consecuencias económicas y sociales que rompieron las aparentemente sólidas pero ya entonces cada vez más endebles costuras del Estado del Bienestar en el que creíamos vivir, al menos en la Unión Europea (UE). El empobrecimiento brutal de las clases medias, la práctica exclusión social de los sectores más vulnerables y el desmontaje, más por razones ideológicas que estrictamente económicas, de los servicios públicos básicos -sanidad, educación, pensiones, paro y otras prestaciones- han hecho que la inesperada irrupción de esta primera gran pandemia global nos haya pillado prácticamente desarmados, casi sin capacidad de reacción.
Hoy más que nunca, aquí y en el mundo entero, las fuerzas políticas y sociales progresistas y de izquierdas deben luchar por la recuperación de su hegemonía cultural e ideológica. Es hora de leer o releer a Antonio Gramsci, y aplicar sus enseñanzas. Si no son capaces de hacerlo ahora, si no somos capaces de hacerlo ante todo lo que se avecina en cuanto finalmente lleguemos a la tan ansiada “nueva normalidad”.
La recuperación de la hegemonía cultural e ideológica por parte de los sectores progresistas y de izquierdas pasa por la construcción de un relato potente, con bases racionales pero también con elementos capaces de movilizar emociones y sentimientos. Solo puede ofrecerlas el socialismo democrático, liberal en todo menos en lo económico, defensor de las clases y los grupos más vulnerables, defensor también de la preservación y recuperación de la naturaleza, defensor por tanto de un desarrollo económico sostenible y basado en el uso cada vez más generalizado de energías renovables… Defensor, en definitiva, de un Estado social y democrático de Derecho, en el que la economía no puede regirse sin más por la ley del libre mercado sino por su supeditación permanente al interés general.