Recuperar el cochino

“Paréceme, señores, ya que avemos de estar aquí cuatro o seys horas, que pasemos el tiempo de la siesta con el entretenimiento de algún buen cuento sobre la materia que mejor les pareciere a vuestras mercedes”. 
Alonso Fernández de Avellaneda, Don Quijote de la Mancha
Ignacio Morales Trujillo Betijuelo (Tarifa) 

Había un matrimonio pobre en el campo que estaba engordando un cochinillo con mucho trabajo. Como sabían que ese día iba a venir el alfarero vendiendo, el marido le dijo a la mujer:
-Cuando venga, cómprale un cacharro para matar el cochino.
Y llegó el alfarero pregonando:
-¡Ollas, cazuelas, cántaros!
-Oiga, mi marido me ha encargado que le compre una
vasija.
Y en vez de comprarle una, ella le compró toda la carga y le hizo agujeros a todas para poder colgarlas.
Y entonces llegó el marido.
-¿Qué has hecho? ¡Una vasija con agujeros ya no vale!
-Se las he cambiado por el cochino.
-Pero...
Salieron los dos a buscar al alfarero siguiendo las
huellas. Y venga andar... Y anocheció y volvieron a la casa. Y al rato salieron otra vez y le dice el marido: -Vuélvete, coge la puerta, la cierras y te vienes.
Se volvió la mujer, cogió la puerta a cuestas y se fue otra vez con él.
Siguieron los dos y ella con la puerta a hombros. Cuando el marido se dio cuenta, ya estaban tan lejos que prefirió seguir con la puerta, así que se subieron a un árbol por si venía un bicho y usaron la puerta para estar más cómodos.
Vieron una luz a lo lejos y era el del cochino con otros más buscando un sitio para meterse. Y le dice el marido a la mujer:
-Cállate la boca, que el alfarero y sus amigos son ladrones.
Y se quedaron encima del árbol sin hacer ruido, pero ella no podía más:
-Me estoy meando.
-¡Estás tonta! Haz poquito a poco para que no se den cuenta.
Los ladrones, que sintieron que algo les caía, dijeron: -Bueno, esto será una meadilla de pájaros.
Y la mujer, encima de la puerta, seguía:
-Que ahora me estoy cagando.
Y no tuvo más remedio que hacerlo allí arriba.
Pero los ladrones, tan contentos como estaban con el cochino que habían conseguido, no se dieron ni cuenta.
-Esto será una cagadilla de pájaros.
Pero en ese momento, la puerta empezó a resbalarse y a caer y los ladrones miraron para arriba:
-Mirad, aquí hay una puerta que se nos cae encima.
Y el marido, arriba, le decía a la mujer:
-Agárrate a una rama y déjala ir poco a poco.
Cayó la puerta y le cortó la lengua a uno de los
ladrones. Los demás salieron corriendo asustados de ver esa cosa tan grande cayendo de un árbol y el matrimonio se quedó con el cochino.
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Analizar un cuento descomponiéndolo en los episodios que lo forman nos remite a una red casi interminable en la que hallaríamos engarzados los diversos tipos de la cuentística popular. Así, de las tres partes principales en que está dividido el relato anterior (mujer que no es capaz de custodiar la casa y los animales; personaje que arranca la puerta por no entender instrucciones; contacto con ladrones desde un árbol), encontraremos la primera en diversos relatos sobre matrimonios y mujeres simples y las dos últimas unidas como escenas de cierre de muchos cuentos sobre hermanos, tontos y ladrones (sin ir más lejos, véase el no 52 de esta misma colección). Cada parte se desarrolla por medio de motivos que pueden o no coincidir con otros textos y comienza así a entretejerse la mencionada red, que ya fue analizada desde distintos puntos de vista por investigadores como Aarne, Thompson, Boggs, etc. En nuestros comentarios no anotaremos pormenorizadamente estas referencias analíticas, limitándonos a ofrecer algunos detalles que nos parezcan interesantes. En este caso, destacamos “el buen éxito por casualidad” que obtiene el matrimonio protagonista gracias, precisamente, al despiste de la esposa. “Bien está lo que bien acaba”, podría sentenciar el refrán correspondiente.
"Cien cuentos  populares andaluces recogidos en el campo de Gibraltar" de Juan Ignacio Pérez y Ana María Martínez 
https://recursosdelengua.wordpress.com/2012/05/10/www-weblitoral-com/