Una excavación en Guareña (Badajoz) descubre un edificio tartésico único en el Mediterráneo
occidental
Arículo original J. A. AUNIÓN / Guareña / El pais 17/03 >>>>>>>>>>
Investigadores del Instituto de Arqueología del CSIC hallan una escalinata monumental de hace 2.500 años que apunta a una insólita construcción de dos plantas
Escalinata monumental de
época tartésica hallada en el yacimiento del Turuñuelo de Guareña(Badajoz).SANTI BURGOS
Fuera de contexto, la imagen de unos escalones en mitad de un gran agujero que acompaña este texto podría no decir mucho. Sin embargo, su contexto —la excavación de un enorme edificio tartésico de hace 2.500 años en la comarca de Las Vegas del Guadiana, en Badajoz— los convierte en un descubrimiento extraordinario. Y no solo porque esa escalinata monumental de dos metros y medio de altura apuntan a una insólita edificación de dos plantas del siglo V antes de Cristo, la primera que se conserva de aquella época; sino porque están construidas con unas técnicas y unos materiales que se pensaba que no se habían utilizado en todo el Mediterráneo occidental hasta mucho tiempo después.
La mitad de los escalones
están hechos a modo de sillares, es decir, colocando unos bloques rectangulares
a continuación de otros y luego unos encima de otros. Pero no utilizan grandes
piezas de piedra cortada, como se hacía en construcciones similares de la época
en el Mediterráneo oriental (en Grecia,
por ejemplo), sino una especie de mortero de cal y granito machacado,
probablemente encofrado después (la mezcla se colocaba a fraguar entre tablas
hasta que se secara). Algo así como un protocemento, solo que un siglo antes de
que apareciera el primer material de este tipo documentado hasta ahora: el opus
caementicium del Imperio Romano.
El yacimiento del Turuñuelo de Guareña,
cuya excavación arrancó en 2015, ya había sorprendido a los investigadores por
su tamaño (es el más grande localizado de aquella época, en torno a una
hectárea), la riqueza de materiales encontrados y su
extraordinario estado de conservación. Todo tipo de joyas, puntas de
lanza, recipientes, semillas, restos de tejidos, parrillas de bronce o calderos
enormes prometían desde el principio arrojar nueva luz sobre la cultura de Tartesos.
Una civilización prerromana que ocupó el suroeste de la Península Ibérica en el
primer milenio antes de Cristo sobre la que se ha levantado todo tipo de mitos
y leyendas (sobre todo, en torno a su misteriosa decadencia y su abrupto
final), debido, entre otras cosas, a la escasez de restos materiales. Una
escasez que la excavación dirigida por los arqueólogos del CSIC
Sebastián Celestino —que también es director del Instituto de
Arqueología de Mérida— y Esther Rodríguez está compensando a marchas
forzadas, y eso que apenas se ha desenterrado hasta el momento el 10% de la
construcción.
“Una escalinata constituye
un elemento arquitectónico único de algo, además, que no pensábamos que fueran
capaces de ejecutar. Existen escaleras durante la protohistoria en la
Península, pero ya en época posterior. De esta cronología como máximo había dos
o tres escalones de piedras y adobe para salvar un desnivel”, explica
Rodríguez. En este caso, son 10 escalones (al menos; todavía puede haber alguno
más) de 2 metros de largo, 40 centímetros de anchura y 22 de altura. Los cinco
superiores están cubiertos por lajas de pizarra y los inferiores son los que
están hechos a modo de sillares cuadrangulares con mortero de granito machacado
envuelto en cal.
“Lo más sorprendente ha
sido su profundidad. Dos metros y medio significa que debajo hay otra planta,
que estamos accediendo a una planta superior sobre-elevada”, completa
Celestino. Se había especulado sobre la existencia de este tipo de
edificaciones en época tartésica, a partir de textos de la Biblia, pero nunca
se había encontrado ninguno. “Este edificio será el primero que conserva las
dos plantas”, insiste.
A un lado de la asombrosa escalinata, han
aparecido los cuerpos de dos caballos sacrificados, perfectamente colocados en
posición anatómica, con todo su herraje puesto, lo que apunta sin duda a un
sacrificio ritual, pues estos animales, símbolo del lujo, no solían comerse en
aquella época. Al otro lado, sin embargo, han hallado restos de una vaca que
los moradores del lugar sí llegaron a consumir en una especie de festín. Los
investigadores del CSIC,
de hecho, cada vez ven más claro que a finales del siglo V antes de Cristo se
produjo allí una gran celebración justo antes de la destrucción del edificio.
La mayor parte de las
construcciones de aquella época localizadas en el Valle medio del
Guadiana –una zona que recibió grandes oleadas de inmigración desde
en núcleo central de Tartesos, en el Guadalquivir y Huelva, tras una profunda
crisis económica en el siglo VI— fue destruida por sus propios moradores hacia
finales del siglo V, o principios del IV. Prefirieron echarlas abajo antes de
verlas saqueadas por los pueblos del norte, de etnia céltica, que estaban
llegando a punto de llegar.
La del Turuñuelo de
Guareña también fue incendiada y después sepultada bajo arcillas sacadas del
río Guadiana. Pero su formidable estructura, que incluye muros de varios metros
de grosor, hizo que se mantuviera en pie pese a todo.
Ahora, el trabajo de
Celestino y Rodríguez —que cuenta con el apoyo de la Secretaría General de
Ciencia, Tecnología e Innovación de la Junta de Extremadura y el Ayuntamiento
de Guareña, y con la financiación de la Diputación Provincial de Badajoz— será
seguir excavando este gigantesco edificio. La próxima campaña será en mayo y,
entre sorpresa y sorpresa, intentarán vislumbrar cómo fue aquella celebración
de despedida y descubrir con ello qué tipo de edificio fue el del Turuñuelo de
Guareña.
La dificultad añadida es
que se trata de algo completamente nuevo, muy distinto a las otras
construcciones tartésicas halladas en la zona, como el santuario de Cancho Roano, en Zalamea
de la Serena; o La Mata
(en Campanario), con un perfil más económico. Tiene características de palacio,
pero también de gran monumento funerario. “La planta de arriba, con varios
altares, tiene una función ritual clarísima, pero la religión entonces estaba
mezclada con todo. A partir de ahí, hay elementos que hacen pensar en el
enterramiento, como el hecho de que no tenga suelos construidos a pesar de la
riqueza de todo lo demás. Sin embargo, el hecho de que tenga dos plantas apunta
hacia otro lado”, explica Celestino. Las respuestas irán llegando, casi con
toda seguridad, a medida que la excavación vaya sacando a la luz ese otro 90%
del edificio que todavía permanece enterrado entre los campos de tomates de las
Vegas del Guadiana.
EL
TROZO DE LANA MÁS ANTIGUO DE LA PENÍNSULA.
Cuando sus pobladores
quemaron el edificio del Turuñuelo de
Guareña a finales del siglo V antes de Cristo, las cenizas, junto a
la arcilla que utilizaron para sepultarlo después, crearon una especie de urna
protectora. Esta ha mantenido en un estado de conservación magnífico gran parte
de los objetos
que llevan 25 siglos atrapados en su interior, desde los marcos de
las puertas hasta distintos tipos de tejido.
De hecho, los
investigadores han hallado fragmentos de lana (el más antiguo encontrado en la
Península Ibérica) y de lino, además de varios saquitos de esparto que
contenían cereales. Todos ellos los están analizando especialistas de la Universidad de Cambridge (Reino
Unido) dentro de un proyecto llamado Procon,que investiga la producción
y uso de productos textiles en la Europa Mediterránea.
En el Laboratorio de
Restauración de la Universidad
Autónoma de Madrid (Secyr) se están restaurando otros importantes
objetos recogidos durante a excavación, entre otros, metales como un juego de
siete ponderales (piezas de medida de peso) de bronce o tres ricos ungüentarios
fenicios de pasta vítrea.
Todo ello se suma a otros
sorprendentes objetos hallados hasta el momento, como vasijas y platos que los
lugareños construían imitando utensilios griegos o etruscos llegados a través
del comercio fenicio, o una rarísima bañera de 1,70 metros de largo,
posiblemente del mismo mortero utilizado en la escalinata, pero mucho más
refinado.