Pasado el 24 M, entendimiento.

© Victoriano Rodríguez Dávila

Puertollano (Ciudad Real), año 77, primeras elecciones democráticas después del franquismo.

Ante el escenario que nos han dado los resultados de las elecciones del 24 M, las mayorías parlamentarias son exiguas exceptuando la extremeña. Hay quien  intenta denostar dichos resultados con un sesgo antiguo y ese sesgo pasa por preguntarse quién está detrás de ese poder y quién intenta sembrar dudas sobre la relación entre cada elector y su decisión al elegir libremente la papeletea,  convencido de ser la que mejor defendía sus intereses como ciudadano libre y  era la más acorde con sus parámetros ideológicos que se expresan en un proyecto político para hacerse con el poder e ir construyendo la sociedad que le gustarían en una nueva etapa.
Algún dirigente de un partido político, medio de comunicación, empresario, iglesia …,  recurren, todos ellos,  en sus análisis a que las nuevas mayorías carecen de fortaleza para formar futuros gobiernos que den estabilidad institucional para sacar a España del marasmo social en el que estamos sumidos. En un país como España con una historia sumamente  complicada,  de sumisiones, de avasallamientos, de derrocamientos por militares …,  y en el que la “cultura democrática” de los españoles está hoy fuera de cualquier duda,  para la inmensa mayoría de ciudadanos, es un insulto escuchar algunas declaraciones. La mentalidad de las trasnochadas élites de la derecha y sus agentes ideológicos,  lo que está reclamando  es una cultura política basada en el pasado, en un pasado que fue efectivo para ellos, precisamente porque fueron de muchas maneras beneficiados.   Su cultura democrática pasa porque se mantengan sus bulas a costa de sacrificar el presente y el futuro de las mayorías. Son  claras las intenciones de reconstruir la historia o  de mantener su capacidad de hacer historia a su conveniencia, pero lo bueno es que la memoria social permanece y brota a cada momento recordando los tiempos de ignominia. 
La cultura democrática es una construcción en perpetuo trabajo por toda la sociedad y no el cuño de ciertos sectores,  la cultura democrática no puede soportar el particularizar el ámbito y la opinión pública o privilegiar las instituciones mientras la mayoría de ciudadanos padecen las políticas que nos han llevado a un nivel de exclusión y sufrimiento social desconocido en la España democrática de la Constitución de 1978. Una cultura democrática en construcción exige reformas en el diseño institucional y social,  centrado en lo humano y no en la maquinaria productiva de hacer dinero para que lo acumulen unos cuantos. Los trabajadores, las clases sociales más abandonadas también tiene derecho a su porción de la tarta que produce la riqueza ya que también colaboramos en su elaboración.
La cultura política en una sociedad del bienestar exige para el bien colectivo, patrio e individual, no una democracia falsificada, insignificante, moralizante y sin contenido, exige una democracia basada en el equilibrio social, en fortalecer los pilares del estado del bienestar, educación, sanidad, pensiones,  trabajo digno y entendimiento.
Que me acuerdo del viejo profesor, D. Enrique Tierno Galván, en su quehacer político, su predicamento del entendimiento, el acuerdo, el pacto y enseñanzas de su “revolución cultural", hoy día más necesaria que nunca su continuación y así minar la sociedad de agoreros, salva patrias y políticos con bolsillos que no son de cristal. 
En tiempos, año 1977,  más embarazosos que los de hoy en día nos decía esto Tierno, perfectamente se puede aplicar al día de hoy, en esa campaña en la que participé muy activamente  junto a mis compañer@s y  amig@s manchegos; Carmen, Enrique, Merchín, Ramón, Luis, Javier, Cencerrado, Cano de Mateo, …, fue dura y no exenta de algún intento de ataque físico a socialistas y comunistas por parte de los pistoleros franquista de Fuerza Nueva. 


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