EXTREMADURA. La cara oculta de la Tierra.

Esparcíos por to´l mundo
revolando su bandera
orgullosos como naide
de sé nacíos d´esta tierra,
asín son los extremeños
qu´en la sangre de sus venas
llevan el barro bolego
que moldeó su nacencia.

Cuando´l verano achicharra
con ese sol sin conciencia
que tuesta los labrantíos
y arresolana las jesas;
cuando las uvas se tiñen
del coló que da su siembra
y los galgos s´estirancan
a la sombra e las jigueras
en el fuego de la tarde
ronroneando la siesta
ni los lagartos s´asoman
sismismaos bajo las piedras,
las ovispas y las moscas
dando güertas se marean
en el barro d´un regato
los cochinos se revuelcan,
y en los juncos de las charcas
ni las ranas gurrupean.

Solo s´escucha´l silbío
de trenes que vién de güerta
y el rugío e los motores
de colorinas viajeras
atiborras d´extremeños
que se fueron con la pena
d´abandoná sus raíces
en este lao de la Tierra.

Los jatillos que llevaron
con sus cuatro pretenencias
y las cajas de cartón
reatás con soga de trenza
l´han cambiao por maletas
y bolsos de piel de fieras
con nombres raros, mu raros,
qu´icen qué están pa la selva.

Llevan jorrando to´l año
los duros y las pesetas
pa estrujar entre sus brazos
a la madre, a la agüela
al padre, agüelo y hermanos,
sobrinos y parentela
y a Curro, el de la tasca,
qu´ha engalanao la taberna
pa que to´l pueblo s´arrime
a bebé un chato en la feria.

¡La feria del emigrante!
¡Achuchones y verbena!

¡Qu´alegría cuando bajan
del tren o de la viajera
con su mirá mu perdía
en el tiempo y en la tierra!

Sus ojos son manantíos
d´esas lágrimas traviesas
que brillan como canchales
bajo la lus extremeña.
                                                               Del libro de  Javier Feijóo
                                         ¡Asina! Sentimientos en castúo.

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