Tal día como hoy ....

... murió en 1.942 Miguel Hernández , retomo, con alguna que otra modificación,  unas palabras que le dediqué hace algún tiempo.

© Victoriano Rodríguez Dávila

 Al poeta del pueblo. 


 Allá por principios de los setenta, cursando preuniversitario no desperdicié la ocasión de conocer la obra de Miguel Hernández a través del “pater” Pedro Martínez Cartón, que aunque cura, un excelente profesor, estudioso y erudito en profundidad de la literatura clásica grecolatina y española. Y digo que conocí, porque recuerdo que tuvimos que realizar un trabajo sobre un poeta, yo elegí a quien desde entonces no dejo de leer y cada vez con más entusiasmo. Me habían cautivado los versos de un comentario de texto en que trabajamos; la nana de la cebolla, y lo poco que el eximio profesor nos contó de su vida. ¡Lástima haber extraviado el trabajo!. Uno que no era mal estudiante, pero sin  descollar con matrículas de honor, me sorprendió que el “pater Cartón” profesor de literatura, preguntase en clase delante de todos los compañeros el porqué de mi elección y que si me apetecía cambiar. Con apuro en las mejillas y sabiendo que no desconocía el pasado de mi familia paterna, mi abuelo había sido fusilado por los franquistas; le contesté  no  y que lo había elegido porque su poesía era de fácil y  cómoda lectura. Quedó sorprendido por la contestación, o al menos,  así lo percibí,   sonriente dijo: “ Muy bien Rodríguez Dávila, espero no me defraude”. No se si le gustó o no, si el trabajo tenía o carecía de calidad, el caso es que me colocó un ocho y con ello la asignatura casi en el bolsillo. Bien, pues ahí empezaron mis guiños y amor al poeta, la explotación como recurso académico y literario de sus lecturas. Estudiando magisterio repetí trabajo sobre Miguel, esta vez la nota fue un siete, no sé si porque el profesor, también cura, era más exigente o más facha que el padre Pedro. También,   en el colegio menor, Ciudad Real,  en el que residía me otorgaron en los juegos florales que celebrábamos, un primer premio sobre un cuento que escribí y cuya inspiración fue el niño yuntero. Animado por lo del cuento, escribí un poema con mucho contenido social, influenciado por las lecturas de la poesía de Miguel, que llamé exilio y cuyo contenido versaba sobre la emigración, no en vano mis padres trabajaban en Alemania y yo iba en los veranos por allí a sacarme un dinerito para mis gastillos durante el curso, en esta ocasión un segundo premio. No queda ahí la cosa, abusé una tercera vez de mi empedernida afición sobre el poeta de Orihuela. Al irse a casar Antoñito, Antonio Peces, me dice: “ Tito, quiero que en la ceremonia de mi boda leas algo”. Me llenó de emoción la petición y a mis palabras donde glosé la acogida que me dispensaron cuando llegué a formar parte de su familia, le añadí uno de los poemas de amor más entrañables que conozco; “ El amor ascendía entre nosotros”, en esta ocasión no me hubo nota, pero más de una lágrima rodó por algunas mejillas de la familia. En fin, Miguel Hernández para mis grandes ocasiones, y es que su obra aúna la lucha por la libertad en la constante, cada vez más intensa y progresiva creatividad de sus libros, incorporando grandes dotes de musicalidad, sentido intimo y manejo del español sin límites, pese a no tener formación universitaria. No voy a entrar en el tan manido tema de vencedores y vencidos de la guerra civil, para mi todos fuimos perdedores, simplemente acentuar con la fuerza que desprende “el rayo que no cesa”, que en los albores del siglo XXI se haya avanzado tampoco socialmente en el mundo… pateras, explotación, falta de libertades, etc. etc. etc. Pero no nos quedemos solamente con el aspecto social de su obra, en este  aniversario debemos dar a conocer a la juventud la poesía de la explosión de lo interior, la poesía del poeta del pueblo. Y para muestra un botón:



"Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.

¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
y sintieron vivas bruscamente las cosas.


Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
y el ascua repentina que te agiganta el ojo.

                       Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve.
Profundidad del mundo sobre el que te has quedado.

Cádiz, 28 de marzo de 2010